“Cuando nuestros sueños se han cumplido, es cuando comprendemos la riqueza de nuestra imaginación y la pobreza de la realidad” (Lencios).

En efecto, nuestra vida se basa en ello: buscar nuestro sueño e intentar hacerlo realidad.
Los hay que desde el primer momento de sus vidas, ya tienen claro cuál es su sueño, y luchan día a día para conseguirlo. Sin embargo, también los hay que pasan una gran parte de sus vidas buscando ese sueño, ese deseo que les lleve a lo más alto de su felicidad.

Pero lo cierto es que todos, absolutamente todos los seres humanos del planeta, tenemos sueños. Aunque no todos podamos llegar a alcanzarlos…

Hace dos días, recibí una propuesta sobre una editora que me ayudo a valorar realmente este sueño de escribir. Se trata de una web que posibilita a autores noveles a publicar sus e-books gratuitamente para darse a conocer. Cuando recibí el e-mail, en el que esta editora me invitaba a editar algo con ellos, sentí un cosquilleo en el estómago, una sensación de “¡lo he conseguido!” que creo que no se me borrará de la memoria.
Sé perfectamente que esto no supone que me haga escritora, y mucho menos una escritora famosa, pero ya es un comienzo.
Y el hecho de que esta mujer se molestara en hacerme la propuesta, me hace sentir que valgo para esto.

Así que vuelvo más motivada aún que de costumbre, dispuesta a darlo todo, a escribir las historias más fascinantes que hayáis leído nunca y a proponeros las reflexiones más cotidianas, aquellas en las que nunca nos paramos a pensar.
No tengo la certeza de que lo vaya a conseguir, pero ya es un buen comienzo intentarlo. Al fin y al cabo, como decía Toni Meléndez (El hombre del vídeo del post anterior), yo tengo dos manos. Tendré que aprovecharlas, ¿no?

Escrito por:


Nunca acostumbro a publicar dos posts en un mismo día, pero el vídeo que acabo de ver se merece estar aquí. Este hombre sí que es un ángel.

No voy a comentar nada más sobre él, porque creo que estas imágenes valen más que cualquier palabra que os pueda regalar... Simplemente dadle al play.
Un saludo,
Sara.



El corto al que os enlazaba en el post anterior, de Sergi Pérez, es para mí una joya educativa para ver innumerables veces.
En los escasos diez minutos de duración, nos propone el tema de la homosexualidad en la escuela, desde la perspectiva de un niño de primaria en el día de carnaval.
Todo el vídeo es una delicia en sí. Como comienza, los diálogos que mantienen los niños, y aquellos a los que llamamos "adultos" (pero que en el vídeo se muestran mucho más ignorantes que los niños), no tienen desperdicio. Pero sobre todo el final, el final es la representación del futuro que le espera a nuestro protagonista, que tendrá que esconder siempre sus sentimientos.
La verdad es que no hay palabras para expresar todo lo que este cortometraje nos enseña. Es tanta la información que nos aporta en tan pocos minutos, que es más sencillo para el lector ver el vídeo, que leer mi "resumen".
Y después del comentario de mi amiga bloguera Luchida, poco más puedo comentar.
De verdad que os animo a verlo, nos os arrepentiréis. Sólo son diez minutos de vuestra vida.

El enlace está en el post anterior. De todas formas, buscáis en google "Vestido Nuevo", y os sale.

Escrito por:

Embedding disabled by request


Hoy quería hablar de la sobreprotección que algunos padres tienen sobre sus hijos, pero el tiempo me lo impide, así que os voy a mandar deberes.

Me gustaría que vierais el corto al que os enlazo a continuación. No dura mucho, unos diez minutos. Pero si no tenéis tiempo o no podéis oírlo con detenimiento, dejadlo para otro momento. Quisiera que lo viérais detenidamente y sin prisas, y me comentárais qué os ha parecido.

Me encantaría que cada persona que entre al blog y viera el corto, me dejara un comentario. Me interesa muchísimo vuestra opinión. Y si este fin de semana no estoy demasiado liada, prometo subir el artículo sobre el que iba a escribir hoy.

Un saludo, y que disfrutéis el corto:

Vestido Nuevo


Cuando lo hayáis visto, yo también dejaré mi particular opinión en este blog, tratando muy de cerca estos temas y muchos más.



“La soledad es nuestro mejor regalo”

Posiblemente estas palabras las haya escrito una persona independiente y solitaria a la que no le guste la compañía, pero lo cierto es que yo difiero mucho de ese perfil y también estoy de acuerdo con dicha frase.

La soledad es nuestro mejor regalo porque en ella sólo nos vemos a nosotros mismos, y a nadie más. Porque cuando estamos solos no necesitamos fingir, dar una opinión falsa de algo, o intentar parecer que estamos bien cuando en realidad lo único que queremos es entrar en un sueño tan profundo como el de la bella durmiente.

Cuando estamos solos, somos egoístas, pero egoístas de verdad. Nada de lo que pase a nuestro alrededor nos importa.

Además, se dice del solitario que es más fuerte, menos vulnerable, que le aterra menos la gente. Y es cierto. Aquel que vive más de cerca la soledad (y digo esto porque absolutamente todos la vivimos, aunque unos en mayor medida que otros) no necesita las palabras de apoyo de los que le rodean, y tampoco se acobarda ante las críticas o amenazas que algunas otras personas le puedan propinar.

Pero entonces, ¿qué es bueno? ¿Estar solo, o acompañado?

También hay otra frase para explicar (en parte) esto : “Más vale estar solo que mal acompañado”.

Pero, ¿Cuándo estás mal acompañado? Me puse a pensarlo detenidamente, y caí en la cuenta de que, queramos o no, estamos mal acompañados siempre.

Estar acompañado supone aceptar lo que el otro opina, aunque no seas partícipe de su opinión. Supone hacer parte de lo que otra persona desee, aunque tú nunca lo hayas llegado a desear. Supone compartir, algo que a los seres humanos se nos da tan mal…

Estar acompañado supone muchas cosas que no nos son fáciles de conseguir, y que nos cuesta mucho llevar a cabo. Pero, a pesar de todo ello, a pesar de saber a lo que nos enfrentamos, de ser conscientes de lo que tenemos que dar a cambio, seguimos buscando la compañía.

Quizás porque nos sentimos demasiado pequeños ante el mundo. O quizás porque pensamos que nuestra vida no vale nada si no realizamos esos pequeños sacrificios, pero lo cierto es que, aunque nos cueste y nos agobie estar acompañados, terminamos buscando la compañía allá donde vamos.

Qué paradoja, ¿no?