Hoy, mirando el correo, he encontrado la respuesta a un artículo escrito por Carlos Mármol, periodista, en el Diario de Sevilla (pueden verlo aquí). En el artículo, el periodista expone, entre otras cosas, que la mayoría de los maestros no cumplen con sus obligaciones al tener dos meses de vacaciones cuando únicamente deberían disponer de uno. En definitiva, tilda al profesor de incompetente y poco responsable con sus deberes. Y lo triste es que esta idea no sólo la tiene dicho periodista... ¿Así queremos mejorar la educación en el país?

Un profesor de instituto ha tenido la valentía de responder a este avergonzante artículo. Les recomiendo que lean primero el artículo del periodista en cuestión, y después la respuesta, que es la siguiente:

Atención Sr Carlos Mármol

De un profesor con dos meses de vacaciones

Acabo de leer su articulo y no puedo mas que avergonzarme ante su total parcialidad y falta de rigor. Mi abuelo me decía que no hay nada peor que alguien que habla de lo que no conoce. Mi abuelo, al igual que yo, era docente.

En primer lugar, sé que escribirle esto es perder mi tiempo, puesto que no saldrá nunca a la luz porque no interesa, interesa tirarnos a los pies de los caballos desde el desconocimiento de nuestra labor docente, pero qué mas da, como tengo tanto tiempo libre, ¿verdad? Que eso es lo único que importa, el tiempo libre que tengo, no que siendo funcionario de carrera y haber dedicado 4 años de mi vida a estudiar para unas oposiciones a grupo A sea el funcionario con menos sueldo, pero bueno, como tengo dos meses de vacaciones…

A la gente como usted que habla sin saber lo invito a que se pase por mis clases de primero de bachillerato en el IES Nervión donde tengo 37 alumnos y tres niveles bien
diferenciados en alumnos con edades comprendidas entre los 16 y los 19 años, o que intente dar clase a 36 alumnos de segundo de bachillerato, o que se pase por mi clase de primero de ESO E, donde tengo seis alumnos con necesidades educativas especiales, alumnos con una edad mental de 7 años a los que tengo que formar y para lo que no estoy preparado. Pero eso tampoco importa, importa que tenga dos meses de vacaciones…..

Eso sí, tenemos tres clases con 20 ordenadores modernísimas que cuando intento programar una actividad en la red, debido a la limitación del ancho de banda, rara vez
funciona, esa es la solución, ordenadores.

A usted señor periodista, le llamaría la atención sobre el hecho de que absolutamente nadie relacionado con nuestra consejera ha estado jamás en un aula y pretenden cargar al docente con el fracaso del sistema educativo. Sí, FRACASO, con mayúsculas puesto que no se puede tener a un alumno hasta los 16 años sin otra aspiración que molestar en clase, porque una ley absurda no le da otra opción y que no permite
al alumno que verdaderamente quiere aprender avanzar en su formación.

No todos podríamos ser electricistas, ni escultores ni, como es obvio buenos periodistas, ni podemos ser buenos estudiantes aunque sea políticamente incorrecto decirlo. Tiene que haber otra salida para estos alumnos que desde los 11 años todos sabemos que no van a titular.

Pero eso no importa, importa que no quiero trabajar porque tengo dos meses de vacaciones…..

Mi profesión me apasiona, y al 99 por ciento de mis compañeros, por eso el lunes iré a clase con mis alumnos que sí aprecian los esfuerzos que hago por darles una enseñanza de calidad desde la precariedad de recursos. Y el hecho de empezar una semana antes no es relevante, lo es que gente como usted hable desde el desconocimiento mas avergonzante.

Esos padres que ponen el grito en el cielo no dudan en llevarse a sus hijos una semana de viaje a Disneyworld, o tres días al Rocío o, si hay un puente y el viernes hay clase, pues bueno, no pasa nada, ya irá al lunes. Pero cuando llega septiembre el instituto se convierte en la guardería. Cuántas veces he escuchado lo de "para que este en casa dando por………… que se vaya al instituto a darle por……… al profesor". Pero claro, eso tampoco es importante, mis dos meses de vacaciones sí lo son.

A ver si se entera: Es completamente imposible empezar antes por mil razones, entre otras cosas porque de mis 37 alumnos de bachillerato 4 de ellos llegaron a los dos meses de empezado el curso, porque hasta el 12 de septiembre no supe a quién tenía que darle clase. Nosotros no empezamos a trabajar el 7 de septiembre, que eso es lo que gente como usted se cree, la planificación de un curso requiere mucho trabajo, pero eso tampoco importa, importan mis dos meses de vacaciones. ¿Sabe usted lo que es estar en una clase de 30 niños de 11 años, sin libros de texto, sin grupos definidos, sin un plan de trabajo a seguir y sin interés ninguno?

Y para su información llevo 9 años dando clase y no estoy anquilosado, en los 14 centros en los que he desarrollado mi labor docente quizás haya conocido a tres compañeros con 30 años de tiempo de servicio y sin fuerzas para seguir luchando,
pero yo tengo mas de 1500 horas de formación complementaria, y dedico muchas horas de todo ese tiempo libre que tengo a corregir examenes en mi casa, en vez de estar con mi hijo, he sido preparador de opositores y estoy estudiando otra licenciatura y afortunadamente no soy un caso aislado sino uno mas.
Pero eso no importa, importan mis dos meses de vacaciones…

Sin otro particular
Un ex lector de Diario de Sevilla.




Hoy hemos visto un documental en clase que a mi personalmente me ha encantado. Ya había visto una parte del mismo y más tarde, queriéndolo ver completo, lo estuve buscando por Internet, sin encontrarlo.

Os dejo aquí la sinopsis y la página web por si os interesa

El documental cuenta la vida de Judith Scott, una escultora norteamericana de 62 años a la que le llega el reconocimiento internacional después de vivir 36 años en una institución psiquiátrica. Judith tiene Síndrome de Down y es sordomuda. Su historia, contada a través de su hermana gemela, Joyce, sin discapacidad, es el detonante de una película que viaja al Creative Growth Art Center en California y descubre a otros personajes que como Judith buscan expresarse a través del arte.
¿Qué tienes debajo del sombrero? es una reflexión acerca del aislamiento que puede provocar una discapacidad, y de como a través del arte se consigue restaurar la comunicación.


Recomiendo este documental a cualquier persona que crea en el arte y en la comunicación a través de él, y también en el esfuerzo y la superación personal, encuentren las barreras que encuentren.


Muchos compañeros me dicen que no siempre puedo revelarme ante todo lo que me cabrea, que las cosas no son tan fáciles como pienso.

Yo todo esto lo resumo en conformismo. La gente se conforma con lo que le echan encima, sea lo que sea. Piensan que su opinión no cuenta, que no han venido al mundo para protestar y cambiar las cosas, sino para aguantar, resignarse y continuar.

¿Continuar? Pues lo siento, pero yo no puedo continuar cuando veo que me toman el pelo, me faltan el respeto, o no atienden a mis derechos.

Tenemos a una profesora este curso que se llevaría el premio nobel a la desfachatez, si este existiera, pues no puede ya tener más morro. Desde que empezamos el cuatrimestre con ella, no ha habido ni un sólo día en el que haya llegado puntual. Todos los días, absolutamente todos, llega tarde.

Pero no os creáis que son cinco, o diez los minutos de retraso, no. Ella, ya que se retrasa, pues lo hace bien. Y además va variando los minutos de retraso, para que las esperas no se nos hagan tan monótonas. Un día, por ejemplo, se retrasa veinte minutos, otro día llega media hora tarde, otro día no viene, directamente,...

Mientras tanto, yo tengo que levantarme dos horas antes para subir al autobús y llegar a tiempo a la clase. Mientras tanto, casi cuarenta personas esperan impacientes en el aula a que aparezca. Mientras tanto, animo a la clase a que hay que revelarse, hay que dejar constancia de esto por escrito. No podemos permitirlo.

El resultado de ello son palabras valientes, que no van acompañadas de ninguna actuación, por lo que terminan siendo cobardes.

Cuando por fín aparece la profesora, le da tiempo a dejar el bolso en la mesa y mandarnos algún ejercicio para realizar (sí, como si estuvieramos en el cole) mientras ella se va a ¡TOMARSE UN CAFÉ!.

La gente protesta, dicen de irnos todos, unos cuantos se levantan dispuestos a irse, el resto se queda sentado. Al final, todos se sientan de nuevo y se escucha esta frase: "Habrá que aguantar, no podemos hacer nada". Me revienta ...

¿Que no podemos hacer nada? O sea, ¿me estáis diciendo que pago unos 1200 euros al año para recibir una formación adecuada, para aprender y así prepararme como la futura profesora que seré algún día, y tengo que aguantar esta incompetencia de ciertas personas que se dicen "profesionales de la educación"? Va a ser que no...

Vamos a ver, esto no es el colegio o el instituto. Entonces, si un profe llegaba tarde, nos alegrábamos. Es cierto. Pero ya no tenemos esas edades. Los que estamos en la universidad, queremos estudiar de verdad (bueno, la mayoría, que también hay niños de papá que se pegan las fiestas del siglo y no dan palo al agua en todo el curso...). No vamos a perder el tiempo, ni a sentir que nos están vaciando los bolsillos para no darnos nada a cambio.

¿Se imaginan que van a hacer la compra, les cobran y luego la cajera se queda con el carro lleno de bolsas y les dice "Esto me lo quedo yo. Y váyanse, no van a poder hacer nada..."?
Pues exactamente lo mismo.

Este es uno de los ejemplos de la incompetencia de algunos profesores que podemos encontrar en las universidades españolas (porque supongo que esto no sólo ocurrirá en la universidad en la que estudio. Debe contagiarse, segúramente...). Otro día también os podré contar algo sobre aquel profesor que tuve en primero, que llegó a preguntarme mi tendencia sexual a raíz de que no le gustaba el peinado que llevaba aquel día (sí, les puede parecer raro, pero es completamente cierto, se lo juro) o que otro día, así porque sí, me cogió en brazos.

Luego viene un profesor de otra asignatura (este sí que es un profesor de verdad) proponiendo un debate en clase sobre por qué los alumnos de magisterio estamos tan desmotivados, sin ilusiones, sin aspiraciones,...

- Déjeme, que yo le contesto - le dije.

Y esta es sólo una de las razones por las que los alumnos estamos así. Otras muchas son la idea social de que cualquiera vale para estudiar magisterio, o el hecho también de encontrar compañeros con nosotros que están estudiando esto, pues por estudiar algo, o que las familias piensen que educar a sus hijos consiste sólo en comprarles todos los caprichos que estos deseen, y no enseñarles también normas y valores para ser personas educadas (total, ¿Para qué sirve tener educación hoy en día?) , etc etc etc

Siento alargarme tanto, pero necesitaba desahogarme. Gracias por leer.